Populismo: placebo y enfermedad del pueblo

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“El populismo ama tanto a los pobres que los multiplica”

Al escribir sobre populismo, me di cuenta que es un tema difícil de encarar, muy complejo, con diversas interpretaciones y opiniones de todas las categorías. Se mezclan partidos políticos, líderes, convicciones, pasiones, validaciones, pero igual me animé y me puse a escribir. Me moviliza la idea de no quedarme solo con este concepto como si fuera una enfermedad incurable.


En primer lugar vamos a entendernos, populismo es un término que tiene aristas desde peyorativas hasta confusas.

En muchos casos el término es usado en forma despectiva a la hora de calificar las acciones de un gobierno, que se ocupa de brindar un  bienestar un poco extraño a su  pueblo, porque en  gran medida usa dádivas. Y son dádivas porque no dignifican al que las obtiene. Pero los recursos de estas pertenecen al  Estado, o sea a sus contribuyentes que pagan sus impuestos.

Entonces, es el gobierno de turno que usa los recursos del Estado para otorgar al pueblo supuestos beneficios solidarios.

 Y la conclusión es inevitable, es fácil hacer solidaridad con dinero de los demás y encima atribuírselo como una acción que el propio gobierno de turno realiza. Como si fuese producto de una política eficiente que generó dinero y entonces lo redistribuye a su pueble. Pero nada es gratis, de algún lado sale este dinero. Y sale del Estado, del IVA que pagás cuando comprás un producto, de tu Impuesto a las Ganancias, del impuesto al cheque, del impuesto al combustible, y bueno la lista es interminable.

Por otro lado, el populismo se confunde con el hecho de hacer “valer los derechos de los ciudadanos” como arma indiscutible. El populismo es un término que claro, por un lado seduce escuchar cuando te dicen  “es del pueblo  y para el pueblo” Realmente es así, es del pueblo, pero pareciera que el solo hecho de decir esto, le da licencia a los gobiernos de  hacer y deshacer cualquier cosa, administrar recursos, repartir a mansalva pan y circo para que el pueblo esté contento. Y los derechos humanos son los más afectados en realidad. Porque se comprometen las libertades  de las personas.

El populismo  genera ciudadanos dependientes, en vez de entrenarlos, capacitarlos, brindarles oportunidades  para ser útiles a ellos mismos, primero y luego a su comunidad, sociedad, país, Nación. Los gobiernos no se detienen en capacitar a su gente para que produzca. El pueblo se hace dependiente, por ende demandará cada vez más y más recursos.

En gran medida esto divide a las sociedades. Tenemos dos grandes escenarios, están los que trabajan, pagan impuestos, son presionados por el Estado para que paguen sus contribuciones al pie de la letra y en el otro escenario están las personas que son mantenidas por el Estado que les otorga un subsidio o plan social  que, más allá que lo necesiten o no, siempre el dinero sale de básicamente de  aquellos que contribuyen.

En realidad, si analizamos detenidamente, tal vez no sería del todo tan desequilibrado el hecho de que el Estado brinde un subsidio a quien realmente lo necesita pero si le pidiera a su beneficiario una contraprestación para dar una ayuda a su comunidad. Ese es uno de los grandes problemas, que divide  a las personas. La injusticia de trabajar incansablemente, pagar impuestos y que sean distribuidos los recursos a personas que necesitan ayuda pero no se les pide nada a cambio. Ahí es cuando el plan social se desvirtúa.

Además de un nacionalismo que no tiene su razón de ser, porque no le sirve para nada a su gente,  este sistema deja a los países con más deuda externa, más deuda interna, pobreza con altos crecimientos, déficit marcados, arcas vacías, reservas manejadas con discrecionalidad, y otra vez la lista es interminable.

Y sí amigos, el populismo, desde tiempos antiguos, tiene connotaciones negativas. Por donde se lo mire, en esto coinciden muchas personas, más que las que defienden al populismo.
El populismo le brinda al pueblo dependencia. Para ello necesita un pueblo que no cuestione demasiado, entonces el gobierno no otorga herramientas muy elaboradas para educarlo,  no le conviene. Al otorgarle dádivas sin contraprestación lo tiene cautivo, el pueblo se acostumbra, y cada vez pedirá más.

El populismo no enseña a producir, a ser una persona productiva, por el contrario, todo le debe ser dado por el gobierno.  El gobierno así, enmascarado en  dar ayuda social, en realidad crea clientes cautivos, para que el pueblo vote a este, para que esos  beneficios engañosos no le sean cortados. Y  el pueblo así no es eficiente, está menos educado, menos productivo porque la calidad de la salud, educación, seguridad, institucional, de la Justicia,  cada vez se deterioran más.

Esto sucede porque se destinan recursos para mantener  este sistema clientelar, en vez de crear herramientas legales para que el pueblo produzca para tener un país con instituciones serias, que defiendan al ciudadano. Es el clásico dicho “pan para hoy y hambre para mañana”.

En Latinoamérica estamos acostumbrados a estas pseudodemocracias y encima dictatoriales, porque sin un régimen autoritario dictatorial no se podrían implementar las condiciones para llevar a cabo las tendencias populistas. Los gobiernos buscan victimizarse, permanentemente ante la incapacidad de crear y generar situaciones óptimas para que empresas y Estado coexistan, cada uno en sus roles, en un país y así dar y crear fuentes de trabajos que dignifiquen a las personas. Al revés, el empresariado siempre será el enemigo, las malas personas que explotan a sus empleados, que generan puestos de trabajo, que ganan dinero y eso parece que está mal.

Entonces estos supuestos enemigos serán los responsables de todas las  maldiciones, errores, faltas y hasta supersticiones que puedan existir. El populismo necesita la visión maquiavélica, la de dividir y reinar. Divide sociedades, partidos políticos, grupos no gubernamentales. Crea discordias, con los de adentro y con los de afuera. Se cierra como una ostra ante el mundo, porque se podrá tener el control de parte de un país, pero no del mundo.

La palabra populismo tiene esta connotación negativa, porque sume a los pueblos en las desgracias de los gobiernos de turno. La palabra pueblo es orgullo, es símbolo de unidad, de comunidad, de unión de las personas. De logros.

Mi deseo es que entendamos que el populismo no ayuda a los pueblos como rezan los discursos que dicen ser revolucionarios. ¿Revolución de qué?

Recordemos que mientras más revolucionarios son los discursos, más conservadoras son las ideas. Como las de partidos como el nacional socialismo, fascismo, ultranacionalistas. 
Adolf Hitler de Alemiania era populista. Franco de España era populista. Berlusconi de Italia era populisa. Perón  de Argentina muy de acuerdo con los anteriores,  era populista. 

Pregunto ¿eso es lo que queremos?

La educación y las nuevas tecnologías serán los pilares fundamentales para no ser engañados, desinformados de cuestiones de fondo, de los temas realmente importantes. No nos suma absolutamente nada saber qué le dijo una actriz a un animador de televisión la noche anterior.

Aquí es en donde las redes sociales, el fácil acceso a la información, la libre expresión, juegan un rol liberador, son herramientas que debemos defender y que no nos suceda lo mismo donde existen gobiernos dictatoriales donde usan su equipo político militar para reprimir,  como en China, que censuran cualquier manifestación y hasta el acceso a Internet. Como en Corea del Norte que tienen un régimen aún más cerrado, en donde su líder político se compara con un dios, que tiene acción divina e incuestionable y así su pueblo cree en una utopía que son los mejores del mundo y viven aislados, anesteciados, creando enemigos acérrimos y absolutos y que por culpa de ellos padecen diversos  males.

Ahí nos damos cuenta que necesitan de un pueblo desinformado, educado precariamente, para que cuestione poco y obedezca mucho.
Amigos, en Argentina lo estamos viviendo, y digo solo Argentina porque la República se la llevaron puesta. La atropellaron con asquerosos discursos prepotentes, cínicos, vacíos de lógica y razón. Los poderes están manejados por el gobierno. Se “cagaron” en todas las instituciones. 

Y saben qué, las instituciones son las únicas que defienden al ciudadano, ante las injusticias, cuando hay un problema con tu salud, cuando enviás a tus hijos a la escuela, cuando te defendés o reclamás en un juicio.  Cuando ejercés derechos y obligaciones, contratos, etcétera. A vos, a mi, a tus hijos y nietos. A tu madre, a tu padre, a tu amigo. Así las instituciones que nos defienden hoy, están enfermas de un virus que consume células y las destruye.  Está en nosotros encontrar la “cura” y no morir en el intento.



En esta nota quiero compartir con ustedes un discurso que realizó la politóloga guatemalteca  Gloría Álvarez. Ella disertó en Zaragoza, España en el año 2014. Es para prestar mucha atención y para reflexionar. Gloria estuvo en Buenos Aires también en este 2015 y fue entrevistada por distintos medios.


Luis Becerra – Radio Conectada –

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